viernes, 13 de abril de 2012

25-10-10 // J





Te escribo… no sé porqué… no sé para qué. Creo que necesito que sepas que te agradezco profundamente que te hayas cruzado en mi camino aquel 14 de diciembre, has sido el mejor regalo de todos. Eres equilibrio en mí, esa paz que perdí hace tantos años que ni recuerdo. Me has hecho volver a sentir lo que es la seguridad, eso para mí dejó de existir hace tanto tiempo como la paz de la que te hablaba antes. Eres… inocencia, algo que siempre siempre me fascinó brutalmente, ingenuidad que también se me fue… Tres cosas que perdí de golpe, tres cosas importantes en alguien de tan poca edad, como era yo entonces. Por eso quizás despiertas un instinto sobreprotector en mí tan… tierno, tan grande, tan desbordado. Y a veces por mi carácter agriado te trato mal innecesariamente, pero después me siento culpable. En momentos así como este me siento culpable. Por dejarte sola durante tanto tiempo seguido… Tanto tiempo sin llamarte, sin escribirte, sin buscarte… Pero es que esto soy yo, estos vaivenes soy yo… Y no hay nada más sagrado para mí que mis momentos… Mi soledad, la cual amo. Mi estancia conmigo misma. Mis conflictos con mi yo interior. Mi búsqueda de mí misma, mi búsqueda de motivaciones, mis impulsos repentinos por descubrir qué cosas… Y un largo etcétera igual de complejo que esto que acabo de intentar explicarte. Es lo que soy. Dañina, siempre me consideré. No es nuevo para ti, te lo dije en repetidas ocasiones. Soy dañina… Porque no estoy definida, en ningún aspecto de mi vida, ni en ninguno otro que pueda ofrecerte a ti. Dañina, porque soy una negada, una resentida, una desesperanzada con todo aquello que me rodea. Eso es incompatible con tu vitalidad, tus ganas de todo, tu fuerza, tu valor. Y desprecio la idea de volver gris a un ser como tú, con una gama de colores tan amplía como la tuya. Eso por un lado. Por otro, mi parte egoísta. La que no me deja perderte. Y la que se niega a apartarte de mi lado. Porque te necesita. Porque como dije al principio, eres paz, eres mi paz, mi calma, mi motivo para creer que todo está bien. Eres… eres mucho más de lo que merezco. Y soy… soy menos de lo que realmente mereces tú. Sin más, despido esta carta, con la grata sensación de haber conseguido hacer un poquito más por ti dándote a conocer lo que eres, significas, y significarás para mí, pase lo que pase, esté donde esté.
 
Un abrazo de esta que te quiere, 
                                                        BoHe

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